viernes, 2 de marzo de 2012

Qué es CASABIERTA?

CasAbierta en URUGUAY : Oblatas del Santísimo Redentor



Este proyecto, establecido desde 1994, perteneciente a la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, tiene como objetivo el acompañamiento, promoción y protagonismo de la mujer en situación de prostitución y víctima de Trata de Personas con fines de explotación sexual (TPES).
 
 

Imágenes CASABIERTA

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 Proyecto "CasAbierta" en imágenes 
 

 

OBJETIVOS


 
PROGRAMA DE ATENCIÓN A LA MUJER CASABIERTA, MONTEVIDEO-URUGUAY

OBJETIVO GENERAL:
Incidir en la realidad de la violencia de género que viven las mujeres en situación de prostitución y de trata para la explotación sexual; a través de espacios de empoderamiento y protagonismo para la defensa de sus derechos.

La PROSTITUCIÓN y la TRATA DE MUJERES CON FINES DE EXPLOTACIÓN SEXUAL, entendidas como una forma más de la VIOLENCIA DE GÉNERO.



Nuestros EJES de TRABAJO son:

PREVENCIÓN, ASISTENCIA Y REDES


 

"PICHONCITO DE JEREZ"


LECTURA:

EL PICHONCITO DEJEREZ (1892)
MF Corjerez 1892 a la Maestra de novicias Copia de un impreso


Que las Oblatas sean Oblatas: que amen a las chicas, que se acostumbren a andar con las chicas, que aprendan a manejar las chicas, que sepan tener paciencia con las chicas —pero no esa paciencia fría, helada, estoica que nada adelanta en ellas, sino una paciencia dulce, amorosa, piadosa; una paciencia en la que conozcan que hay amor de Dios y de sus almas— . Que al par que sean pacientes sean firmes —pero de una firmeza razonada— ~ Que digan:
«no puede ser esto, no se debe hacer esto y no se debe hacer porque esta mal hecho y ofende a Dios y yo no puedo transigir con el mal. A mi háganme el ultraje que quieran; más merezco, pero a Dios no permito que se le ultraje en ninguna parte y menos en su casa». Estas y otras palabras. Que vean que no se las reprende por pasión ni por enojo y sólo por deber y por su bien.
Que las Oblatas no castiguen nunca, pues para ello se necesita prestigio. Que reprendan y reprendan con bondad y cariño, nunca con ceño y enfado y, si la reprensión no sirve, que apunten en un librito que para ello deben tener y dejen a la superiora dar el castigo, porque muchas veces castigan las herma­nas en el momento en que ellas y las chicas están enfadadas y el castigo supera a la culpa y es mal recibido por quien está enfadado y promueve otra culpa aún peor a veces que la primera y, por la cosa más fácil de disimular en un principio, síguense, por un castigo dado en el momento de la reprensión, una serie de culpas más y más graves, que llegan muchas veces a hacer que salga la chica con escándalo.
O Acostumbre, pues, a eso a sus novicias no sólo en teoría sino en la prácticas y si no valen para las chicas, que se vayan a su casa o a otra religión, pues no­sotras no somos religiosas que tenemos chicas sino que somos madres y maestras de las chicas y para hacer santamente este oficio somos religiosas.
Siempre debemos tener en cuenta, para no errar, la clase de chicas que tenemos: gente abandonada, indócil, acostumbrada a no tener otra ley que su voluntad, otro alimento que el que se les antoja, otro afán más que el de seguir sus deseos, otro yugo que el de sus pasiones y gozar sin freno de los placeres de la vida a costa de su honor y de su salud. Y, cuando a veces un desengaño y otras un sermón, casi siempre una enfermedad dolorosa, las anima a recibir el rayo de luz y con esfuerzo heroico rompen las cadenas que las unen al mundo y vienen a refugiarse en nuestras casas. . . , entonces es cuando empieza la lucha: las malas pasiones se rebelan contra el yugo, el enemigo grita a sus oídos de modo que no deja oír la voz del ángel bueno, y la pobre Oblata tiene que ser coadjutora del ángel. . . y, como ángel portarse. Sí, como ángel, porque las chicas, que no ven sus defectos propios, tienen ojos de lince para descubrir los defectos de las hermanas y, si bien callan, en la primera ocasión que se les pre­senta, con todo atrevimiento se lo echan en cara como disculpa suya. Y, a esas chicas muchas veces se les exige más virtud, más silencio, más sujeción que a las hermanas y, si sacuden un poco ese yugo, castigos y más castigos. Poco a poco y sólo poco a poco y con paciencia y paciencia suma y celo sumo se puede sacar de ellas lo que se desea. Han roto la cadena del vicio, sí, pero no han roto los hilos que tienen aprisionados e inutilizados los buenos sentimientos con que el Señor las ha dotado en el santo bautismo. . . Hay que ir cortando poco a poco esos hilitos sin herir la parte enferma, con cariño, con heroísmo, con. . , paciencia.
Un ejemplo precioso hemos tenido estos días. Se lo contaré porque viene al caso y puede servir de norma con las chicas. Tenemos pichones, los padres y otros dos jóvenes; todos blancos con manchitas negras. Yo suelo echarles de comer. De pronto, hace dos días, vimos un pichón desconocido con manto color de canela. Nos admiró que se quedara y no pensara en marcharse, ~ siguiendo él la vida de los demás. Al pronto una chica vino a traerme el pichón, enseñándome su patita hinchada y fuertemente atada con un hilo, cuya punta cosida fuertemente estaba colgando. Desde luego comprendimos que era un cautivo que había roto su cadena y había venido a refugiarse al Asilo. Mucho trabajo me costó cortar las varias vueltas del hilo gordo que aprisionaba la pobre patita hinchada y, más costoso era todavía por la hinchazón que dificultaba la operación, puesto que era difícil cortar sólo el hilo y no lastimar la pata, con cuanta más razón que el animalito, viéndose cogido, se debatía y no tenía paz. ¡Pobrecito! Como las chicas, que quedan atadas, lastimadas por las pasiones aún existentes y se debaten cuando se las quiere curar sin comprender su bien. Como el pichoncito, que se enfadaba contra la mano benéfica que le quería librar de sus ataduras. Por fin se concluyó felizmente la operación, la patita se vio libre y poco a poco se deshinchó. Contento el pichón se quedó en casa con los demás y no volaba ni sobre el tejado. Aquí me lo trajo la Madre Consuelo, dicién­dome que parecía tener algo en el ala. Lo miré y ¿ qué vi?... todas las grandes plu­mas cosidas fuertemente unas con otras hacia la mitad, impidiendo así el vuelo.
Trabajo inmenso me costó el cortar esa verdadera costura hecha con hilo fuertísimo, y debatiéndose el animalito. Estaban juntadas las plumas como con un pespunte, y concluido de cortar un ala, vimos que igual estaba la otra... y, ¡ había que ver al animalito sacudir sus alitas y alisar sus plumas!
Muchas reflexiones me ha inspirado este lance de palomas. ¿Quién no compara a nuestras chicas? En un arranque rompen la cuerda del vicio, pero mucho tiempo les quedarán las ataduras de los pies, que les impedirán cami­nar por la senda recta; más aún las de las alas, es decir, del espíritu de soberbia y desobediencia, de indocilidad y de otros tantos defectos, que les impiden levantar de veras su corazón a Dios y volar de virtud en virtud. A las Oblatas toca ir cortando poco a poco los hilos con suavidad, sin herir la parte enferma, y aunque no conozcan las pobrecillas que se las quiere hacer el bien.
No se olvide, no, la historia de mi pichoncito y bueno sería que lo copiasen así como lo demás.